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Fragmento Inolvidable : " El origen de la tristeza" de Pablo Ramos

Los llaman Los Pibes, son del barrio El Viaducto y paran en la esquina de Magán y Rivadavia. La infancia les va quedando atrás y es una pérdida dolorosa como tantas otras. Pero a pesar de que ese mundo endeble se empeña en mostrar solo caminos de cornisas, la vida sigue entre el humor , el miedo y lo poco que queda de inocencia.

Era verano, el año siguiente al del nacimiento de mi hermanita. Habíamos juntado cerca de cien pesos para ir a la villa Mariel y debutar con una puta. Habíamos tardado un mes en vender la rifa de una canasta familiar a un peso el número, diciéndoles a los vecinos que necesitábamos la plata para comprar un juego de camisetas para nuestro equipo. Con lo recaudado, menos una reserva que habíamos dejado para el vino de la costa, pensábamos encamarnos al menos cinco de nosotros.

Trabajamos en equipo y logramos vender noventa y nueve de los cien números. Sabíamos que al menos la mitad de nosotros iba a tener que esperar la segunda rifa (que tendría como excusa la compra de una pelota número 5); sin embargo, hasta ese momento, a nadie se había ocurrido preguntar cómo íbamos a hacer para elegir a los primeros debutantes. Por eso, cuando sólo nos quedó un número imposible de vender porque era el 13, empezaron los problemas.

- Los que tenemos más tiempo en el barrio vamos en la primera tanda -dijo el Percha. Y aunque sonaba bien, igual se nos complicaba porque salvo el Carlón y el Tumbeta todos vivíamos desde siempre en el barrio.

Marisa dijo que le parecía una idea injusta, y que mejor lo hiciéramos revoleando una moneda a cara o ceca, pero nadie estuvo de acuerdo.

-Y vos qué te metés-le dijo Alejandro-, si no la tenés igual que nosotros.

Marisa, que era la que mejor peleaba porque practicaba judo en el Brisas del Plata, saltó encima de mi hermano, le hizo una Doble Nelson y lo obligó a retirar sus palabras.

- Marisa si tiene ganas también va-dijo el Chino-, y después que haga lo que quiera.

A todos nos pareció bien y seguimos discutiendo sobre la mejor manera de definir el asunto. Yo propuse que nos sentáramos en círculo para que cada uno hiciera su propuesta y todos estuvieron de acuerdo. Empecé yo. Dije que lo mejor era que fuéramos primero los que nunca le habíamos visto la cara a Dios. Pero enseguida saltó Alejandro, porque él sabía que todos nos acorábamos del asunto que había tenido con la Flautita, la hija del panadero. Entonces Rindone levantó la mano y dijo que lo mejor era dejar que las putas eligieran con quiénes se querían acostar. Pero lo mandamos a la mierda: a quién se le podía ocurrir, los clientes éramos nosotros y las putas eran ellas. Percha, que era el más complicado de todos, esta vez propuso algo bastante lógico: jugarlo al punto y révol. Cada uno debería empezar con diez figuritas y el primero en perderlas sería el primero también, pero en quedar afuera. Se empezaría de nuevo y así hasta llegar a la final. El problema era que todos sabíamos cómo jugaba cada uno de los otros y nos era muy fácil anticipar quienes serían seguros perdedores. Discutimos un rato y en votación dividida se decidió que no. El Chino dijo que lo mejor era hacerlo por orden de abecedario y el Jaro propuso un campeonato de pajas. Al Rata nunca se le ocurría nada y no diio ni una sola idea que sirviera aunque fuera para discutir un poco. El Tumbeta estaba callado y tuve que preguntarle para que soltara lo que tenía en la cabeza.

-Yo digo que vayan primero los que tengan los huevos bien puestos-dijo, y todos nos quedamos callados.

-Si todos los tenemos en el mismo lugar-le contestó la Rata.

Marisa se calentó y nos dijo que tuviéramos más respeto porque en el grupo había también una mujer.

-¿Qué querés decir, Tumbeta? -le pregunté.

-Qué se yo. Podríamos entrar al cementerio de noche y jugar una carrera hasta la otra punta; o acostarnos entre las vías a esperar que nos pase el tren. No sé cualquier cosa de esas.

Nadie contestó. Ni siquiera Marisa, que aunque era mujer era capaz de todo. Ella también lo miraba en silencio. Supongo que igual que a mí no la asustaba lo que él decía, sino la manera en que lo decía: como si no le importara nada.

-Por qué no lo definimos con un fulbito y listo - dijo el Carlón, y a mí me pareció una buena idea. A los demás también, supongo que porque les permitió zafar de lo que había propuesto el Tumbeta. El único que dijo que no fue Percha porque para él el Carlón no contaba porque era cabeza y Marisa dijo que si el Carlón no contaba ella tampoco quería contar.

- ¿Y a vos que te importa? -le contestó Rindone.

-A mí me importa y al que no le importe no sabe nada lo que es tener un amigo.

Todos, menos Percha, estuvimos de acuerdo con Marisa; y a mí me gustaron mucho las palabras que ella usó para hacernos entender las cosas.

El partido quedó fijado para el sábado porque era el día del sorteo. Elegiríamos los equipos un rato antes y después del partido los ganadores harían uso del premio. Como el Carlón había sido el de la idea ganadora, dije que merecía que le diéramos el número que no habíamos podido vender. A casi todos la idea les cayó como el culo, pero como Marisa estuvo de acuerdo conmigo no se atrevieron a abrir la boca, y yo anoté en el talonario de rifas, sobre el número 13, el nombre del Carlón.



Qué es una Microficción? 

 

Es un texto narrativo brevísimo donde impera la sugerencia y la precisión extrema del lenguaje. La tríada  acción-espacio-tiempo existe en el tejido narrativo aunque puede que sumergido o sobrentendido. Por eso nos exige una singular actitud de lectura. Utiliza como recursos la intertextualidad con otros generos literarios y no literarios, la ironía, el aire lúdico, el juego onírico, la paradoja, el ingenio, el enigma, lo fantástico y la parodia. Todo esto hace que para apreciarlas en toda su dimensión haya que tener bastantes referencias culturales.

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