"Surrealismo precoz " Texto de Sergio Rodriguez Chirillo
Aquel que diga que no se le hizo un nudo en la garganta cuando su hijo pequeño le mostró ese primer dibujo, miente. Al principio, el dibujo suele no entenderse. Para descifrar ese adefesio sin proporciones, debajo de un cielo celeste y un sol esquinado, exprimí mis neuronas sin desayunar. Demasiado cabezón y raquítico; sin pies, ni manos, ni orejas, puro ojo, aunque, eso sí, de generosa sonrisa.
Movía los ojos desorbitados de manera pendular. Una silenciosa maldición por mi tardanza en ponerle un nombre a esa circunferencia mal terminada, que ocupaba media hoja, y los cuatro pequeños palitos desperdigados. El miedo de decir una palabra inadecuada, que pudiera generar un grave complejo en mi hijo y hasta truncar esa incipiente visión surrealista de las cosas, me paralizó la lengua y me hizo sudar frío. Parpadeé varias veces en segundos que fueron años.
Es el pato Donald, dije por fin. Y mi hijo asintió con media sonrisa de dientes desparejos. Lo abracé y lo besé con la alegría de que el dibujo no fuera yo, porque justo había dejado la terapia.
Todos sabemos en el fondo, que Dalí o Beethoven empezaron haciendo unos mamarrachos. Y aunque haya tardado un poco en unir la cabeza y el tronco, o que ese cabezón raquítico fuera el pato Donald para ese futuro artista, me emocioné.
El nudo en la garganta apareció unos días después, cuando el cabezón raquítico apareció enmarcado en el living, justo al lado de la réplica del Van Gogh.