Ironía y Humor en la Microficción
Cuatro escritoras geniales que manipulan éstos condimentos del género como pocas.
La salsa portuguesa
de Ana María Shúa
Un matrimonio mal avenido recibe invitados. Hay pollo con salsa portuguesa. L a esposa le sirve la parte blanca al invitado y le ofrece salsa. El marido sospecha de su mujer. Con ridícula cortesía le ofrece salsa a la invitada. La esposa sospecha de su marido. Insiste en agregar salsa al plato del invitado. Los invitados sospechan fuertemente del pollo.
Políglota
de Araceli Esteves
Siempre lloro en catalán, las lágrimas se desprenden mejor en esa lengua. estornudar y toser
lo hago en vasco, no consigo constiparme en ningún otro idioma. Lo de rascar me sale mejor en castellano, si lo intento en otro idioma, el picor no pasa. Dormir, duermo en alemán, con el pijama limpio y siempre a la misma hora. Aunque los sueños me salen en italiano, en blanco y negro, y en el neorrealismo más puro. Ronco en checo, mastico en portugués y me peino y me depilo en francés, el mismo idioma con el que me pinto las uñas. Pero amar, ya lo habrás notado, eso siempre en morse.
Otra
de Patricia Esteban Erlés
En San Valentín me regalo dos tetas, que sostienen impertérritas la mirada a la odiosa ley de gravedad. Por mi cumpleaños llegaron unos pómulos, lisos y esteparios. Encontré una melena de muñeca muerta al pie del árbol, las últimas navidades. Son tus nuevas extensiones de pelo natural, querida, cuestan un riñón, me dijo. Salen juntos, beben y se divierten, él y ella. Yo me echo mucho de menos.
¿Años o centímetros?
de Isabel González González
Soy estrecha de cintura y los hombres se imaginan que mi sexo también lo es. Se equivocan. Mi sexo es grande y su voracidad los decepciona. casi tanto como cuando empiezo a hablar de Lautrémont o de Chet Baker. Porque mi cara es vulgar y los hombres suponen que mi cerebro se alimenta de hamburguesas.
Quisiera ser una dama de caderas anchas y angostos conductos. Una mujer de cara hermosa y decisiones drásticas como descolgar las cortinas y hacer una gran colada. Pero no tengo cortinas. Ni tiempo.
He quedado por internet con un hombre de veinticinco.